Mientras se acercan las elecciones presidenciales en Estados Unidos, parece que todos los caminos llevan a Pensilvania. Este estado bisagra, con sus 19 votos electorales, se ha convertido en el terreno donde Donald Trump y Kamala Harris están apostando sus campañas. No es solo un escenario simbólico, sino uno que podría definir la dirección del país. Si hay un lugar donde cada voto cuenta, es aquí, y ambos candidatos lo saben.
Esta semana, Trump ha llamado la atención, acusando sin medida que “Pensilvania está haciendo trampas a gran escala”. Con este tipo de declaraciones, busca activar la alerta entre sus seguidores y, posiblemente, dejar la puerta abierta para impugnar los resultados si no le favorecen. En sus eventos MAGA celebrados en Pensilvania, ha insistido en que los votantes estén atentos a supuestas irregularidades, especialmente en el voto por correo, que ha sido un tema caliente en las últimas elecciones. Incluso la campaña de Trump llevó un caso a los tribunales alegando que una oficina de correos en el condado de Buck cerró antes de tiempo, limitando el voto anticipado; aunque la oficina cerró a la hora normal, un juez permitió la extensión de las votaciones en ese condado.
Mientras tanto, Kamala Harris está enfocada en una estrategia distinta. Su campaña ha sido menos confrontativa en términos de señalar posibles irregularidades, y más orientada a lograr que la mayor cantidad de personas participen, recordándoles lo importante que es cada voto en un estado tan competitivo. Ella sabe que, en Pensilvania, cualquier margen puede ser decisivo.
¿Por qué Pensilvania tiene tanto peso?
La respuesta está en su diversidad política y demográfica. Este estado combina grandes ciudades progresistas como Filadelfia y Pittsburgh con vastas áreas rurales conservadoras, haciendo que sea un reflejo bastante preciso de la mezcla política de Estados Unidos. Pensilvania también es un lugar donde los votantes ya llevan la marca de elecciones pasadas. En 2020, Trump impulsó sin éxito la narrativa de fraude electoral tras su derrota, lo que dejó una sombra de dudas que aún persiste en muchos electores.
El tema de un posible fraude en Pensilvania, aunque no es nuevo, podría tener un impacto significativo esta vez. Trump sigue firme en su retórica de que solo aceptará el resultado si considera que fue “justo”, y con esta declaración deja abierta la posibilidad de enfrentamientos legales prolongados en caso de perder. Esto no solo afecta a los candidatos, sino que también pone a prueba la confianza pública en el sistema electoral, que ya ha tenido más de un golpe en los últimos años. La campaña de Harris, consciente de esto, ha tratado de reforzar la idea de que el proceso es seguro y que los votantes deben confiar en el sistema, a pesar de las especulaciones.
En las elecciones de 2024, Pensilvania no solo representa una decisión presidencial, sino un termómetro de la salud democrática del país. Tanto Trump como Harris están apostando fuerte por ganar estos 19 votos electorales, sabiendo que podrían inclinar la balanza. En este estado, un simple margen de miles o incluso cientos de votos puede definir el rumbo de la nación.
Al final del día, el 5 de noviembre, cuando se abran las urnas y se cuenten los votos, Estados Unidos mirará hacia Pensilvania en busca de claridad y esperanza. Porque en estas elecciones, todo se reduce a Pensilvania.
¡Nos leemos en la próxima!